
Por Valentina Dueñas Almanza
Al suroriente del departamento de Córdoba se encuentra un municipio envuelto en una serie de historias fantásticas. Popularmente se dice que “el que entra no sale”. Su nombre es San José de Uré. De este lugar se cuentan muchas cosas; sin embargo, pocas se acercan a la realidad. Uré es una tierra rica en tradiciones, cultura y gente. Este municipio es mucho más que historias fantásticas y mitos urbanos.
La herencia palenquera del departamento de Córdoba se origina en el siglo XVI, con la llegada de los españoles, constituyéndose con una población de negros esclavos dedicados a la labor de la extracción de oro. Hasta a mediados del siglo XIX, cuando se aprueba la liberación de los esclavos, algunos de estos decidieron quedarse y seguir dedicándose al cateo de oro, la pesca, el cultivo y la extracción de caucho.
Este lugar es sinónimo de resistencia ya que en varias ocasiones se ha visto afectado por el conflicto armado y, aun así, se ha mantenido fuerte. Parte de esta fuerza la atribuyen los habitantes a su santo patrono, que es el eje central del municipio y el origen de su nombre. Por esta razón, en su honor, se erige una estatua de madera que representa a Jesús negro, evidenciando las raíces palenqueras del lugar. Sus vestimentas reflejan las huellas afrodescendientes que ha dejado el paso del tiempo, luciendo con orgullo el legado de la comunidad.
La espiritualidad y las tradiciones son pilares fundamentales de Uré, un claro ejemplo de eso es que su santuario, casa de su santo patrón, que fue construido, según se cuenta por los mismos uresanos, los cuales de mano en mano transportaron las primeras piedras que formaron los cimientos que más adelante se convirtieron en lo que hoy se conoce como un santuario impresionante que deja sin palabras a primera vista, al ingresar en este las palabras siguen sobrando y la paz que se respira es casi irreal.
Por otra parte, al hablar de sus tradiciones, nos encontramos con cánticos para todo: para la vida, la muerte y la resurrección. Con los velorios descubrimos que, para esta comunidad, hay dos tipos: el de angelitos, que serían niños, y el de adultos. Ambos se viven de formas diferentes.
Descubrimos en sus tradiciones que el bullarengue es música religiosa, que el chandé es música para caminar, que la tuna es música romántica.
Asimismo, que el Diablo no representa para ellos lo que, para nosotros, ya que en la cultura uresana este concepto no es el que comúnmente conocemos, dentro de esta cultura este tiene una danza donde es juguetón, descarado. Además, este mismo tiene una clasificación, ya que el Diablo, para ellos, es un hombre que recorre las calles vestido de rojo y con mascara. Esta última es la que lo clasifica: si lleva un solo pico, es caos; si lleva dos es más serio.
San José de Uré es mucho más que un conjunto de mitos y leyendas supersticiosas.
Es una tierra rica en creencias, tradiciones y cultura. Su legado palenquero es un orgullo. Su gente es una mezcla de historias y herencias que, hasta el día hoy, se encargan de comunicarle al mundo. El uresano recuerda sus raíces, las presume, las mantiene vivas y las transmite de generación en generación, por lo que es excepcional.