
¡Despierto! Y me sorprendí al ver el patio de mi casa repleto de veraneras moradas. No reconozco al muchacho que invade el patio, ahora bien, él nota mi presencia, se acerca y exclama en forma de pregunta. ¿¡Es cierto que estabas triste porque se te marchitó la única veranera que has tenido!?
– Sí.
– En tu gesto facial se nota tanto.
– Por tal razón estoy aquí trayéndote semejante regalo. Deja la tristeza, mi niña. Es solo un sueño cumplido, porque tú lo que necesitas es amor.